miércoles, 14 de octubre de 2009

Análisis político en la UC

Anoche –martes 13 de octubre- se realizó en el Aula Magna de la Universidad Católica la tercera sesión del Monitor de Campaña Electoral, que fue la última antes de la primera vuelta electoral. Como es usual, estuvieron dos de los profesores “de la casa”, es decir Luis Eduardo González e Ignacio Zuasnábar y como invitado concurrió Oscar Bottinelli.
Quería compartir con ustedes los que a mi juicio fueron los principales puntos altos que surgieron de las tres exposiciones.
El primero, que debimos al enojo del Profesor González con las acusaciones hechas por muchos –y principalmente vocalizadas en TV por Nery Pinatto- una larga defensa de la seriedad de “las encuestadoras profesionales” (en el léxico del Profesor González, todas menos MPC) de la cual extraje una conclusión interesante. Ésta fue que tanto en 2004 como en las previsiones de las “encuestadoras profesionales” para 2009, entre junio y octubre la votación del FA aumentó en alrededor de 13 puntos en 2004 y se prevé que aumente algo menos de eso -11 puntos- en 2009, en tanto entre junio y octubre de 2004 cayeron las votaciones sumadas de los dos partidos fundacionales en 25 por ciento, y se prevé que en octubre caigan algo menos, 23 puntos. Básicamente, esto dice que, desde un punto de vista estadístico, no son descabellados los rangos de votación que “las profesionales” anuncian para los tres partidos tradicionales para octubre. Planteó como final de su exposición que la diferencia es contra-intuitiva por cuanto la mayor militancia del FA y el carácter voluntario de la participación electoral en junio deberían, en principio, predecir los resultados exactamente inversos.
De la exposición de Ignacio Zuasnábar surgieron dos conclusiones importantes. La primera fue una explicación creíble del fenómeno reseñado por el Director de Cifra, que se vincula a dos defectos del sistema de votación implantado en la reforma constitucional de 1996 como un intento de blancos y colorados de impedir –de hecho retrasar, y vuelvo sobre esto en seguida- la victoria del FA. El primer defecto es que la campaña es demasiado larga y el segundo es que los partidos fundacionales usan los resultados de junio para formar sus listas parlamentarias, especialmente las que apuntan a la Cámara de Diputados. Así, los ciudadanos que en junio ganan los primeros lugares en dichas listas “van en coche” en octubre ya que su posición en la lista virtualmente les garantiza un sillón parlamentario. Y los ciudadanos que en junio quedan relegados a puestos “de riesgo” en la lista, que tienen todo el incentivo para trabajar duro para octubre, son los que ya en junio mostraron menor “arrastre electoral” y quedaron con menor solidez financiera debido al sistema de “pago por voto” de la Corte Electoral. A ello se agrega que los candidatos del Interior trabajan duro para junio por las razones anotadas, y tienen una razón adicional para “hacer la plancha” en octubre como forma de guardar fuerzas y fondos para mayo.
La segunda conclusión importante fue que el intento de 1996 de impedir la victoria del FA fue, de hecho, un desastre para los partidos fundacionales: de haber ganado el Dr. Vázquez la Presidencia en 1999, lo habría hecho sin mayoría parlamentaria y habría tenido que enfrentar la situación plagada de desastres fortuitos que llevaron, como resultado electoral de la gestión del Dr. Batlle, a la desaparición del Partido Colorado como un actor electoral de primera línea en 2004 y 2009.
Por su parte, el Dr. Bottinelli relevó una circunstancia poco manejada en la campaña: que el proceso electoral de 2009 marca el fin del ascenso de las preferencias por el FA que se inició entre las elecciones de 1966 y 1971 y desde entonces procedió a un ritmo avasallante de algo menos de 10 puntos porcentuales de votación por quinquenio –con el paréntesis de la dictadura, claro- hasta llevarlo a la victoria en la primera vuelta de 2004. Hasta ese año, entonces, el FA fue cumpliendo con éxito el postulado de la acumulación de fuerzas que los llevó “primero al Gobierno y desde allí, al Poder”. Al margen de cual sea el resultado de la elección presidencial, queda claro que dicha acumulación se ha interrumpido como resultado de la tenencia del sillón presidencial y la mayoría parlamentaria, a pesar del increíblemente fuerte “viento a favor” de que disfrutaron en materia económica.
En segundo lugar, el expositor agregó el elemento demográfico. Analizó las tendencias de voto por grupos de edad –donde la votación por franja etaria se aproxima por el resultado de los circuitos donde se congregan ciudadanos de distintos grupos etarios- aproximando la intensidad con que los jóvenes votan principalmente al FA y los mayores principalmente a los partidos fundacionales. Si bien por razones que no me quedaron claras excluyó de su análisis el impacto de la emigración –que en este quinquenio ha sido muy fuerte y concentrada en los jóvenes-, proyectó el “efecto demográfico” para concluir que, manteniendo las mismas proporciones de 2004 en los distintos grupos etarios, el FA debería obtener el 52.4 por ciento de la votación en octubre. Como está claro que difícilmente se acerque a esa cifra, se concluye, no sólo que se interrumpió el crecimiento, sino que ha comenzado una retracción de su atractivo debido al realismo que impone el análisis de su ejercicio del poder.
Finalmente, interesa señalar que como un elemento explicativo de la chatura de la campaña se mencionó la edad de los candidatos presidenciales del FA y el PN. Agrego de mi cosecha que en efecto, si gana Mujica terminaría su período con casi 80 años, y Lacalle con 75. Se dice también que Vázquez ha hecho una serie de movidas políticas –siempre tan hábiles como amorales- dirigidas a fortalecer su prevista campaña en 2014; si fuera electo terminaría su gestión con más de 80 años –no tan lejos del caso extremo de Balaguer, Presidente de Dominicana, anciano y ciego, que presidió su país hasta los 89. En un país que acaba de reducir la edad de jubilación a 60 años, las edades de estos candidatos presidenciales parecen grotescas.

sábado, 10 de octubre de 2009

Qué tan largo es el largo plazo?

Todo productor de bienes o servicios que compiten con producción extranjera (los “transables” de que hablamos los economistas) sabe que, aunque no sea el único, el nivel del tipo de cambio real es el principal elemento que determina su rentabilidad.
Desde otras tiendas ello se disputa. Veamos.
El Gobierno dijo recientemente que la competitividad de nuestra economía no ha disminuido. Los datos sobre tipo de cambio real efectivo del BCU dicen que sí lo ha hecho, en proporciones significativas, y especialmente con los países con los que más nos convendría comerciar si no fuera por las trabas que impone el Mercosur: EE.UU., México, Gran Bretaña, Italia, Alemania, España, China. Casi nada. Desde marzo de 2005 hemos perdido competitividad con todos ellos, y la hemos ganado sólo con Brasil. Es la misma situación de 1987-88 cuando con la misma política y los mismos argumentos nos embretamos a exportar sólo a Brasil… así nos fue.

Hay quien argumenta que más allá de la cambiaria “hay otras vías de ganar competitividad”. Esas “otras vías” son inversiones privadas que generan más productividad. Pero con un cambio real muy bajo nadie en su sano juicio emprende inversiones en producción de transables que, si se concretaran, conducirían a obtener las ganancias de productividad que en el futuro permitirían a las empresas ser rentables con cualquier política cambiaria. En Chile se quebró el cambio fijo en 1982 pero recién en 1985 un Ministro sensato se comprometió a que el tipo de cambio real se mantendría a un nivel alto y estable durante los siguientes cinco años y así desató el proceso de modernización que hoy tanto envidiamos los uruguayos anclados en el pasado por el atraso cambiario recurrente. Ese proceso de modernización es agropecuario, es pesquero, es minero, es industrial, es en infraestructura, es en servicios sociales, es en prestación de servicios de alta tecnología… y se basó, originalmente, en el cumplimiento de la promesa ministerial de tipo de cambio real alto y estable. Las mentadas “otras vías” no existen sin la promesa de rentabilidad que significa un cambio real alto garantizado por un lapso prudencial.

Hay quien argumenta que la caída del valor del dólar en el Uruguay refleja un fenómeno mundial. Sería “algo que pasa”, inevitable, casi mágico... La verdad es que como la tasa de interés es más baja en los EE.UU. que en otros países, grandes inversores se endeudan a tasas bajas en EE.UU. y compran papeles de países donde dicha tasa es más alta –entre ellos, el Uruguay y el Brasil. El gobierno brasileño no dice que esto es inevitable ni mágico sino que propone impedirlo con medidas adecuadas a su marco jurídico. Una solución adecuada a nuestro marco jurídico es gravar en alrededor de 5 por ciento los retiros de toda remesa hecha desde el extranjero que no haya pasado al menos dos años invertida en el país. Con eso se desalientan los llamados “capitales golondrina” sin interferir con la inversión productiva, y se desecha el argumento mágico.

Hay quien argumenta que en el largo plazo el tipo de cambio no es importante para determinar la rentabilidad de la producción transable. Esta es una suposición teórica sistemáticamente desmentida por la realidad. En efecto, no sólo es que China lleva casi cuarenta años creciendo más que nadie en la historia con su paridad bajísima, sino que EE.UU. lleva muchas décadas con su moneda sobrevalorada, exceso de consumo interno, ahorro insuficiente y desequilibrios crecientes en su sector transable. Hace décadas que tales desequilibrios van enriqueciendo a varios países inteligentes y usualmente asiáticos que empezaron a crecer a través de un tipo de cambio real alto; con eso indujeron a sus inversores a lograr las ganancias de competitividad que más adelante les permitieron dejar que el cambio real se deteriorara paulatinamente: Japón, Corea, Chile, Malasia, Filipinas, Singapur, Hong Kong, la India, Vietnam, finalmente China….

Empezó alrededor de 1950 y sigue en 2009. Entonces, que alguien me explique: ¿cuántos años dura este largo plazo?

Los errores factuales y estos argumentos teóricos errados son los mismos con que se viene defendiendo desde hace medio siglo cada uno de los sucesivos atrasos cambiarios que han destruido esta economía y esta sociedad. Como aquel dictador que en 1982 decía que “solo los marcianos…” y un Presidente que en 2002 le espetó al líder de los exportadores “usted sólo habla de tipo de cambio” como si aquello fuera un insulto.