jueves, 25 de septiembre de 2008

Paulson, con P de Pluna
Jaime Mezzera

Durante meses, el Secretario del Tesoro de los EE.UU., Henry Paulson, dijo que la crisis hipotecaria “estaba contenida”. Hoy está pidiendo una autorización para gastar 700 mil millones de dólares, alrededor de 2 mil dólares por persona en aquel país, para tratar de arreglar lo que hasta hace poco estaba contenido. Los defensores del plan dicen que habría que confiar en el Sr. Paulson, que es muy inteligente. Otras personas inteligentes se preguntan si se puede confiar en la solución a la crisis que viene de alguien que apenas ayer decía que no había crisis.
Imposible no recordar los innumerables pronunciamientos de nuestro profesoral ex Ministro de Economía y su sucesor, que ayer afirmó que la gestión del primero ha sido tan excelente que no sufriremos las consecuencias del mayor terremoto que ha sufrido la economía mundial en los últimos 80 años.

Veamos como se gestó el terremoto en el centro, que a mi juicio pasó por tres etapas.

En la primera explotó la burbuja de los precios de las viviendas y se gestó un aumento en el número de hipotecas que no podían pagarse, lanzando cientos de miles de familias a la insolvencia. La reducción de variables reales, -nivel de consumo, inversión e importaciones- comenzó de inmediato.
En la segunda, los bancos estadounidenses se vieron en la situación de los bancos uruguayos de 1982: si ejecutaban las hipotecas, quedaba medio país en venta y nadie comprando, con lo que el valor real de las garantías hipotecarias, que ya había bajado mucho causando la primera etapa, caería a esencialmente cero. Unos intentaron vender sus activos reales, profundizando la caída de éstos. Otros no ejecutaron las hipotecas y entonces cayeron a casi cero las cotizaciones de los bonos emitidos con el respaldo de hipotecas que no podían ser cobradas ni ejecutadas. En ambos casos, se profundizó la caída de los valores sobre los cuales habían prestado los bancos –con muy poco juicio, como en el Uruguay de la tablita- y se agravó la posición financiera del sector.
Como consecuencia, en la tercera etapa prácticamente desapareció el crédito a todas las actividades debido a que el sistema bancario se vio ante una tremenda escasez de fondos para prestar.

El Plan Paulson ataca la segunda etapa en una forma consistente con lo que dijo el Presidente Bush –“resolvamos el problema y después discutiremos como era”. El Plan es resistido por demócratas y republicanos que creen más importante hacerlo bien que rápido.

Como pasa siempre que uno trata de resolver los problemas antes de entenderlos, este Plan tiene dos grandes errores: primero, hay una gran cantidad de activos, distintos de los bonos respaldados por hipotecas sobre viviendas que se propone comprar, que también han perdido su valor debido a la restricción crediticia; y, segundo, no resuelve la iliquidez del sector financiero… a menos que el gobierno compre los paquetes hipotecarios a precios inflados!

Lo que hacía falta era entrar no en la segunda etapa sino en la tercera, inyectando esa enorme suma de capital en las empresas financieras directamente y, por consiguiente, adquiriendo el derecho a participar en las eventuales ganancias de las mismas en vez de sólo en las pérdidas. Con eso, se evitaría que los actuales dueños y gerentes incompetentes tengan ganancias y luego traspasen sus pérdidas al Estado. Como en el Plan Pluna, el Plan Paulson socializa las pérdidas pero mantiene privadas las ganancias.

El Plan Paulson no debería ser aceptado. Es posible que sea rechazado y como mínimo es probable que sufra grandes cambios en el Congreso, mientras es seguro que su negociación parlamentaria será larga.

Pero, como muestran los precios de commodities y monedas en estos días, los mercados están tan nerviosos que hasta un largo debate parlamentario significará una violenta inestabilidad de precios y niveles de producción, empleo e ingresos –y ni hablar si es rechazado sin algo más razonable que lo reemplace.

Nadie en su sano juicio puede dudar que los países emergentes van a seguir perdiendo fondos de corto plazo –esos mismos que fueron atraídos por la tasa de interés para tratar de reducir una inflación creada por el exceso del gasto público- ni que eso generará shocks de crédito y, a través de ellos, shocks en el mercado de bienes y servicios en el mundo entero.
Pero, como para Paulson la situación estaba “contenida”, aquí está “controlada” porque la situación financiera del Uruguay es tan sólida que no pasará nada.

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