miércoles, 11 de febrero de 2009

Lo uno o lo otro, o ambas cosas

Mientras el mundo entero se da cuenta de que está en la pendiente espantosa que lleva de una recesión a una depresión, nuestros gobernantes siguen haciendo como que no se dan cuenta, dicen que nada pasa, y se dedican a tratar de frenar la inflación que ellos mismos siguen provocando.
Las tasas de interés mundiales se aproximan, cuando no llegan, a cero; y el gasto fiscal en actividades productivas se infla en un intento, casi desesperado, por evitar que la recesión se transforme en depresión. Acá, el gobierno gasta cada vez más en salarios de trabajadores improductivos pero sube la tasa de interés para frenar la economía y la cotización del dólar.
Todos los gobiernos del mundo quieren que su moneda se devalúe para poder exportar más. Acá, el gobierno festeja que bajó el dólar a pesar que en los doce meses cerrados en noviembre pasado el déficit comercial llegó al 47 por ciento de las exportaciones. Recuerdan cuando Astori se ufanaba de que “las exportaciones no paran de crecer”? Mucho más crecían las importaciones: por eso hay 47 por ciento de déficit de comercio.
Empresas y gobiernos de todas partes reducen personal y los sindicatos entienden que tendrán que reducir demandas salariales para no generar más desempleo y así sobrevivir a la crisis. Acá, el gobierno afloja ante cada embestida de sus socios sindicales y les aprueba alzas salariales que superan en casi la mitad lo que les ofreció inicialmente.
El Foro Económico Mundial de Davos tuvo su mirada obsesivamente enfocada en cómo salir de la crisis, al punto que temas tan candentes como el cambio climático, la seguridad alimentaria, la pobreza, el agua o las pandemias, tuvieron que ser transitoriamente dejados de lado. Acá, el gobierno sigue diciendo que no nos pasará nada, y a tal punto ha engañado a los distraídos que crecieron como nunca las compras de vehículos cero kilómetro y los préstamos para consumo.
Uno se pregunta si son totalmente ignorantes en materia económica o si ésta es una estrategia para engañar a los votantes y así ganar la próxima elección.
Un elemento que claramente apunta en la primera dirección es que siguen creyendo en lo que enseñaron aquellos monetaristas que traía Gil Díaz cuando presidía el Banco Central de la dictadura, a fines de los 70 del siglo pasado: en efecto, contra toda la evidencia, nuestros supuestos gobernantes progresistas siguen las recetas monetaristas ya desacreditadas en todo el mundo, que dicen que las alzas del tipo de cambio generarán una inflación que anulará lo devaluado. Mientras gobernaron, la cotización del dólar disminuyó un 32 por ciento y los precios aumentaron ese mismo 32 por ciento; pero a nuestros progresistas les resuenan en la cabeza las afirmaciones monetaristas de hace 30 años y reducen la cotización de la moneda extranjera para combatir la inflación.
No pueden no saber que, como dijo Friedman “la inflación es, siempre y en todo lugar, un fenómeno monetario”, es decir de excedente de la cantidad de dinero por sobre la disponibilidad de bienes y servicios que pueden ser comprados con ese dinero. Aunque sí parecen creer en lo que se enseña en los cursos introductorios de economía: que la inflación se debe al déficit público, no al gasto. Así lo dijeron innumerables veces.
Pero es falso, porque en los cursos introductorios de economía no se hace aún la distinción entre gasto público improductivo y gasto público que crea valor. El primero es el que paga sueldos a funcionarios que no hacen nada que alguien quiera comprar; esos sueldos generan demanda cuando los funcionarios usan sus sueldos para comprar bienes y servicios, pero a cambio no se ha creado nada que tenga valor en el mercado. Eso genera inflación. Hay gasto público productivo cuando el mismo se dirige a ofrecer algo que tiene valor, llámese electricidad, o agua potable, o caminos, o puertos, es decir bienes y servicios que alguien quiere comprar y por tanto tienen valor. Ese gasto público genera crecimiento.
La historia de estos últimos años muestra que los cientos de cargos como los de ayudante de cocinero en el BSE o las alzas de salarios a los funcionarios que hacen cosas que no queremos comprar –y muchas que pagaríamos por evitar, como los trámites burocráticos- generan demanda cuando ellos gastan sus acrecentados salarios, pero no crean valor, y ésa es la razón por la que los precios subieron 32 por ciento desde el 1º de marzo de 2005.
Quiere decir que, además de seguirle creyendo a los monetaristas de los ’70, en la conducción económica progresista hay un importante componente de política electoral dirigida a comprar el beneplácito sindical en el intento de mantener el gobierno a partir de 2010.
De ahí lo del título, “ambas cosas”.

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