miércoles, 11 de febrero de 2009

Parece de ficción

Uno de los fenómenos de la política uruguaya que me resultan más incomprensibles es esa admiración, rayana en el fervor religioso, que concita la gestión presidencial de Tabaré Vázquez –en efecto, “Misterios de un liderazgo”.
Acepto que sea buen médico, por más que tal extremo no esté demostrado por una larga y exitosa carrera como profesional independiente, ya que es bien sabido que a los dueños de cualquier empresa no se les evalúa la idoneidad. En efecto, aunque parezca extraño en un médico de origen humilde, en medio de su labor profesional Vázquez se hizo propietario de una empresa médica que históricamente era la número dos en el rubro de la radiología oncológica en el país.
Y sin duda es un habilísimo político que, hasta el surgimiento de un Mujica candidato, había logrado manejar magistralmente una coalición prácticamente inmanejable tanto por lo heterogénea como por la irracionalidad que implica su acendrado ideologismo.
Pero su gestión presidencial se destaca principalmente por el “dejar hacer” a sus subordinados y por un conjunto de desvíos de poder y pifias que a cualquier otro político habrían destruido.
Incluso antes de la elección de 2004 fue a Buenos Aires a pedir, para ganar esa elección, que un par de argentinos se inmiscuyeran en asuntos nuestros –una clara violación del principio de no intervención- de resultas de lo cual Kirchner les dio asueto a los “yorugas”-así nos llama- para que vinieran a votar y López Mena los trajo a precio de liquidación. Así, Vázquez ganó en primera vuelta por un margen menor que el número de compatriotas que viajaron especialmente a votarlo. Dice Kirchner que en esa oportunidad Vázquez le prometió asociarse a su venganza contra Botnia; pero aunque así no hubiera sido, el jefe de un partido que durante toda su campaña gritó “las papeleras, no!” no necesitaba decirlo para que el interlocutor lo creyera.
Obtenida la banda presidencial, todo empezó con aquel ataque al competidor directo de su empresa; si esto lo hubiera hecho, por ejemplo, Lacalle, te imaginas, lector, lo que se habría dicho de su honestidad?
Siguió con aquella discusión con Gargano sobre el TLC con EE.UU. donde el subordinado se la ganó, por paliza, al jefe. Te imaginas, lector, lo que se habría dicho de un Sanguinetti en un caso parecido?
Un día se le antojó prohibir que un tercio de los uruguayos hiciera lo que, en los términos del artículo 7 de la Constitución “la Ley no prohíbe”; y lo hizo por decreto, que es exactamente lo que sí prohíbe dicho artículo 7, que exige ley para coartar los derechos de cualquiera. Fue una violación constitucional, tanto como lo habría sido un decreto que prohibiera la asistencia al Estadio a los hinchas de Peñarol argumentando la necesidad de proteger los derechos de un hincha de Cerro asesinado a puñaladas.
Hace unos meses, anunció, desde el exterior, que en la plataforma continental uruguaya se había descubierto petróleo a una profundidad de 600 metros. Al día siguiente tuvo que salir el jerarca administrativo correspondiente a corregir que no había descubrimiento sino indicios, y que a la presidencial profundidad le faltaba nada menos que un cero –a la derecha. Te imaginas, lector, el escándalo si esto lo hubiera hecho, en una capital extranjera, un Jorge Batlle?
No mucho tiempo después anunció que Uruguay podía tener un reactor nuclear funcionando en un plazo de cuatro años. Al día siguiente supimos, de boca de un subordinado suyo que entiende del tema, que no eran cuatro los años sino quince y que la demanda eléctrica del país de hecho sólo haría rentable un tal proyecto si le vendiéramos energía a los vecinos que hoy nos la venden a nosotros. Te imaginas, lector…?
Y la última, al menos hasta ahora, fue el anuncio de estos días según el cual “su gobierno presentará una propuesta de reformulación del modelo de producción agropecuario para atender los efectos del cambio climático en el territorio nacional, que afronta una sequía grave.” Consultado el Ministerio respectivo, declaró su ignorancia del tema, con lo cual hay que concluir que esta “obligación de replantear la forma de producción", de modo que “en un plazo corto presentaremos una propuesta, basada en un análisis científico y una concepción global", que se discutirá "con todos los sectores involucrados, con la sociedad en general", es algo que él discutió con algunos gurúes agropecuarios de cuya existencia y sapiencia ni nosotros, ni tú, lector, ni el MGAP, estábamos informados.
Claro que ya nos ensenó Maquiavelo que la capacidad de engañar depende de la disposición de los demás a dejarse engañar…

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