viernes, 20 de febrero de 2009

Visiones sobre el futuro cercano

Jaime Mezzera

A cualquier lector le debe resultar difícil discernir la realidad sobre el futuro económico del Uruguay, porque se oyen versiones totalmente contradictorias. Si bien el gobierno ya dejó de lado aquello del “blindaje”, sigue diciendo que los efectos de la crisis no llegaron y, cuando lleguen, serán tenues. Entretanto, los blancos y colorados anuncian catástrofes.
Los que no estamos de un lado ni de otro del espectro político podemos intentar una lectura más racional..
Para predecir el Uruguay del 2009-2010 tenemos que ver con qué lo comparamos
Si es con 2001-2002, tiempos del quiebre del anterior intento de atraso cambiario rematado por los efectos del corralito argentino, claro que 2009 y 2010 pintan bien. No debemos temer quiebras bancarias, en buena parte porque ya no quedan bancos uruguayos y, hagamos lo que hagamos, la plaza uruguaya no hará tambalear a bancos brasileños, ni holandeses, ni estadounidenses. Y los tomadores de créditos uruguayos ya no son tan tontos como para volver a creer, tan pronto, en la cotización artificial del dólar que hubo en los 80 y de nuevo en los 90, y se repitió en el siglo XXI.
También son mejores nuestras perspectivas comparadas con Argentina: hace unos días el Economist en un artículo titulado “Beneficiándose de la virtud”, destacaba el acierto del gobierno anterior de negarse a declarar “default”. Es que los errores uruguayos y los argentinos normalmente mantienen la proporción de nuestras poblaciones: los nuestros son menos de un décimo de los de ellos.
Pero comparando el previsible Uruguay de 2009-2010 con el Chile del mismo año, vemos que un país serio inició la política anti cíclica en el momento debido, es decir cuando había bonanza que podía ser ahorrada, en vez de malgastarla en salarios y empleos públicos improductivos como se hizo aquí –y el carnaval pre electoral no es excusa porque la Presidenta socialista chilena cesa en su mandato antes que Vázquez. Como consecuencia, Chile está incrementando fuertemente su inversión pública, tanto directamente productiva como social y –al contrario de nuestro disparate del mes de enero- redujo la tasa de interés para facilitar el crédito y a la vez reducir el valor del peso chileno, favoreciendo las exportaciones.
Habrá fuerte caída si comparamos con 2008, porque los precios de nuestras exportaciones fueron los más altos de la historia y generaron una bonanza económica que, del punto de vista fiscal, permitió una fiesta de gasto pre electoral para 2009 que será el drama de quienquiera tome el bastón de mando en marzo de 2010.
Cabe comparar con el Uruguay de 2005-2006, un período externo positivo más razonable que la burbuja de 2007-2008, y los precios de nuestras exportaciones primarias serán parecidos a los del bienio recién nombrado. Infortunadamente, las demás áreas de la situación serán tan extremas para mal como las de 2007-2008 lo fueron para bien, tanto en el terreno del financiamiento externo –que será tan acotado que el gobierno ya recurrió a los organismos multilaterales- como el de las variables internas.
En 2005 salíamos del mejor año económico de la historia, con un crecimiento de 12 ciento apoyado en las exportaciones no agropecuarias generadas por la política cambiaria de 2002-2004. Pudimos haberlo mantenido porque los precios de nuestras exportaciones ya estaban subiendo, pero la reducción del cambio real hizo que se invirtieran los términos y pasaran a crecer más las actividades no transables –pequeño comercio, bares, mercerías, reparación de calzado, peluquerías…-, que son las que generan empleos de baja productividad y así inducen la emigración de los jóvenes a quienes no satisfacen los bajos salarios que en ellas pueden obtenerse.
El déficit fiscal era del orden del 1 por ciento del producto, guarismo semejante al de 2008 sólo porque ahora se maquillaron los resultados por vía de manipular los resultados de la ANCAP, del superávit del BSE y lo que aportó el BROU por IRAE más su aporte a la caja fiscal –que nunca antes se había contabilizado- así como de la Corporación Nacional para el Desarrollo.
No había elección por delante y por tanto no hubo el enorme aumento del gasto público que en 2009 se va a agregar al de 40 por ciento que, en números redondos, tuvimos en 2007-2008. Como gran parte de éste es improductivo pero genera demanda, es inflacionario y la única respuesta ha sido seguir reduciendo el tipo de cambio real mediante la emisión de instrumentos financieros –como las Letras de Regulación Monetaria- a tasas de interés muy altas, con lo que disminuye la demanda por divisas que hacen las entidades financieras.
Crecían el empleo genuino y los salarios reales. La conflictividad sindical era escasa comparada con la de 2008 y aún más con la previsible para 2009 y 2010.
Las perspectivas para 2009-2010 no son buenas aunque no sean catastróficas. El patriotismo consiste en tener esto claro y estar dispuesto a corregirlo, porque en gran parte provienen del pésimo manejo macroeconómico.

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